¿Para qué sirve un centro social en 2022? ¿Para qué más podría servir?
Ya hace más de treinta años que grupos variopintos de gente se juntaron para poner en marcha algo que, con diferentes nombres, tomó la forma de espacios sociales autogestionados. Miles de personas en Madrid han participado en ellos durante este tiempo. Personas y grupos que, lógicamente, han cambiado, como han cambiado las formas de hacerlo y, en muchos aspectos, las condiciones sociales que han inspirado su acción. ¿Por qué este tipo de espacios perdura en el tiempo como forma de intervención colectiva? ¿Para qué, con qué intenciones, la gente se agrupa en ellos, pone sus vidas o ratos de sus vidas en ellos, elige estos espacios en vez de otros? ¿No habría sido mejor quedarse en casa o meterse en un partido o acudir a los que generosamente (guiño-codazo) pone en marcha el ayuntamiento de turno?
Y al cabo del tiempo, ¿qué han demostrado los espacios autogestionados? ¿Que la gente es capaz de organizarse para sacar adelante algunos proyectos? ¿Que esos espacios tienen capacidad de construir comunidades? ¿Que esos espacios mejoran la vida inmediata de quienes los usan? ¿Que mantienen viva la llama del antagonismo social? ¿Que cambian las condiciones de vida de la gente o de un territorio? ¿Un poquito de todo… y algo más? ¿No serán balas de fogueo?
Sin embargo, durante todos estos años también ha sobrevolado la idea de que los espacios autogestionados podían dar algo más de sí, ser determinantes para cambiar el equilibrio de fuerzas que gobierna nuestros barrios y ciudades, para que lo que está abajo no siga siempre estando abajo, que el antagonismo social se organice para hacer daño e interrumpir -oh, qué locura- la rueda del capitalismo que nos atropella. ¿De verdad podemos querer que los centros sociales autogestionados, que tanto nos dan, sean todavía más de lo que son o han sido? ¿Qué puede ser ese «más» que podríamos hacer? Y, sobre todo, ¿cómo se haría? Porque también puede ocurrir que, de tanto querer más, no valoremos suficientemente lo que conseguimos.
Un refugio, la sede de un colectivo con una identidad definida, una infraestructura común, una escuela de desobediencia y autogestión, una herramienta al servicio del sindicalismo social, de escala barrial, local, metropolitana…¿cuántas formas ha habido y hay de entender un centro social? ¿para qué sirve un centro social en 2022? Con motivo del 10º aniversario del ESLA EKO queremos poner en marcha un proceso de discusión colectiva acerca del pasado, presente y sobre todo, futuro de estos espacios, de lo que significan para las que lo habitan y del papel que juegan en el territorio donde se asientan. Una excusa para visibilizar las diferentes experiencias que existen en torno a ellos, ponerlas en común, tejer alianzas o diseñar estrategias que nos permitan imaginar un futuro posible (o no) para los centros sociales.